¡EL FIN DE UNA ERA!

-Murió Bruno Álvarez

-Era un político valiente, de cabronazos

-Fue canturosista, antes que parmista

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Raúl Hernández Moreno

9-diciembre-2024

No creo que haya mejores palabras para consolar a los familiares y amigos de un muerto, que la “Consolación a Marcia”, escrita por el gran Luccio Anneo Seneca.

Lo que para unos es, para otros no es. Y es natural. Ni siquiera grandes personajes de la historia, se escapan de las críticas ajenas. Pero no desviemos el tema. El espacio es corto. Vayamos al grano: anoche, en la tranquilidad de su hogar, murió el maestro Bruno Álvarez. Descanse en paz.

Ex regidor, ex diputado local, líder municipal del PARM y luego dirigente estatal. Fue candidato a gobernador en el 2004. Cuatro años antes figuró como aspirante a candidato presidencial en el 2000, pero meses antes declinó a favor de Porfirio Muñoz Ledo que en plena campaña renunció y se sumó al nefasto Vicente Fox Quesada.

Cuando la candidatura presidencial, Bruno andaba como niño con juguete nuevo. Sabía que no era competencia para el PRI y el PAN. No había ni dinero ni gente que lo apoyara. Uno de los que sí lo hizo fue su hermano Genaro. Abiertamente me preguntó qué posibilidades le veía, le contesté que ninguna: “¡Lo sé, lo sé! ¡No lo desilusioné, por favor! De ese tamaño era el cariño entre los hermanos.

Un servidor llegó a Nuevo Laredo en diciembre de 1982, recomendado por el empresario Francisco González, encargado del periódico El Diario, de Monterrey. Tenía 19 años. Esa navidad la pasé al lado de mi familia. Al año siguiente, por esos 15 minutos de pendejez, decidí quedarme en Nuevo Laredo.

Cerca de las ocho de la noche del 24, pasé a un lado de las oficinas del PARM. Estaban iluminadas y abiertas. En el fondo, tras un escritorio estaba un Bruno con cara molesto, le pregunté directamente y él sin tapujos contestó: “No tengo dinero, no tengo con quien pasar la noche, no sé si vaya a comer algo, por eso odio este tipo de fiestas”. Estuve con él un rato y me retiré a la soledad de mis aposentos, que para mí fueron una noche más.

De esta triste anécdota nos acordamos muchas veces.

Principio de los ochentas, es la época de una generación que ya se fue y se vivió con intensidad. Ser opositor era de valientes y de principios, Fue la época de Francisco García Lozano, Eloy Vega, Rafael Orozco, Jaime Bulás en el PAN: de Edmundo Patoni Serrano y Heriberto Galván Franco en el PSUM; de líderes cívicos como Dolores Hernández, Salomón González Posadas. Irineo Bernal.

Si era necesario enfrentar a la autoridad a cabronazos, los más valientes siempre eran Bruno y García Lozano. Y enfrentaban no solo a los porros de la CTM, con Matías Cuéllar, Cosme Ordoñez, Nicolás López, Francisco Martínez, Domingo de la Cruz, al lado de ellos marchaba la policía municipal.

Alguna vez Pancho García Lozano se tuvo que refugiar en las oficinas de la Policía Judicial para evitar su linchamiento.

En el 84, cuando se dio un estallido social en contra del profesor Pedro Pérez Ibarra, con la destrucción parcial de las instalaciones del periódico Laredo Ahora y un ataque a la casa de su hijo Pedro Pérez Cantú, uno de los que accionaron su arma contra el inmueble fue Edmundo Patoni. Eran valiente y temerario.

Desde la primera elección en que participó en Nuevo Laredo, en 1973, apoyando a Carlos Cantú Rosas – que quede claro: Bruno primero fue canturosista y después parmista- hasta 1986, cada elección está cargada de adrenalina: solados que los detienen sin motivos, agentes secretos que los agraden, grupos porriles que los amedrentan. Los enfrentamientos a golpes surgen en el momento menos esperado y varios de los parmosos, entre ellos Bruno, opta por andar armando.  No le tienen miedo a nada. Es la época de un Toño Galván.

Bruno fue un hombre de fe a Cantú Rosas. Lo quiso y lo respetó, incluso cuando sentía que no le daba su lugar. Esa cercanía con CCR lo alejó de su familia. Fue el costo de preferir la adrenalina de la grilla, que el amor familiar. Y Desafortunadamente hay vasos que cuando se quiebran, no tienen arreglo.

En 1987, Bruno hizo su debut como diputado local, junto a Rafael Orozco y lo que antes había hecho en Nuevo Laredo, ahora lo llevo a nivel estatal: organizó una caminata de Victoria a Laredo -en la que, por cierto, a medio camino lo paró el ex alcalde Ricardo de Hoyos Arizpe, quien le regaló un galón de jugo de naranja y 50 mil pesos- otra vez trozó con un hacha los cables de los micrófonos del Congreso, fundó varias colonias Nuevo Era, etc.

Fue genio y figura, hasta la sepultura

Que descanse en paz.

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